El rol de los profesores en la vida de los niños que pisan sus aulas es de gran importancia durante esos años de aprendizaje. Pero, muchas veces, ellos dejan marcas tan fuertes e indelebles que quienes más lecciones dejan son los niños en desarrollo. Esto le pasó a la Señora Thompson, una profesora de primaria que nunca imaginó aprender tanto del niño que le cambió la vida.
Ella había notado a Teddy Stallard, un niño que se mostraba lejano a sus compañeros de clase y que, además, solía llevar ropas sucias y tenía mal rendimiento.
El sistema educacional estadounidense obliga a los profesores a revisar el historial de sus alumnos y, cuando tomó el de Teddy, no pudo evitar llevarse grandes sorpresas. La profesora de primer añocomentó que “es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de manera limpia y tiene muy buenos modales… es un placer tenerlo cerca“. Estos comentarios diferían mucho del niño que ella había visto, pero ésta no era la única sorpresa.
“Teddy es un excelente estudiante, se lleva bien con sus compañeros de clase, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil”, comentó su profesora de segundo año.
Y las cosas empeoraron poco a poco.
“La muerte de su madre ha sido muy dura para él. Se trata de hacer lo mejor posible, pero su padre no muestramucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas“, escribió su profesora de tercer año.
En cuarto año, el asunto tocó fondo.
“Teddy se retira y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase”, escribió su maestra.
Los niños se burlaron del regalo hecho por Teddy a su profesora, pero ella los detuvo y se mostró contenta con él y se puso el brazalete y algo del perfume.
Cuando los niños se habían ido, Teddy se acerco a la profesora y le dijo “Hoy usted olió igual a como mi madre solía hacerlo”.
Ese día, cuando se quedó sola, la profesora lloró de emoción por una hora y desde entonces nada fue igual. Ese día aprendió de verdad lo que era enseñar. Desde el día siguiente le prestó más atención a Teddy y notó cómo el niño respondía a sus estímulos, llegando a ser uno de los alumnos más destacados a fin de año.
Al año siguiente, recibió una carta del niño diciéndole que era la mejor profesora que había tenido en su vida.
Seis años después, recibió otra carta más de Teddy, en la que contaba que había terminado el colegiosiendo el tercer alumno más destacado y que, aún entonces, ella seguía siendo la mejor profesora de toda su vida.
A los cuatro años de la segunda carta, recibió una más. Esta vez, Teddy contaba que habían sido añosduros en la universidad, que le había costado mucho, pero persistió y que estaba por graduarse… con honores. Y que ella seguía siendo la mejor profesora de su vida.
Sin esperarla, 4 años después llegó una carta más. Otra vez decía que ella era la mejor profesora en su vida, pero esta vez la firmaba el Dr. Teddy Stallard.
Sin embargo, las cartas no habían dejado de llegar. La primavera de ese año llegó una más. El Dr. Stallard contaba que conoció a una chica y que se casaría en unos meses. Además, su padre había muerto unos años atrás y que él quería que ella –la mujer que lo levantó cuando lo necesitó– estuviera donde habría estado su madre. ¿La respuesta?… ¡claro que sí!
Allí estuvo la Señora Thompson. Con su brazalete y oliendo como hacía la madre de Teddy antes de morir.
En la boda, Teddy se acercó a la profesora y le dio las gracias por creer en él. “Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia”.
Pero la Señora Thompson le respondió.
“Te equivocas Teddy. Tú fuiste quien me enseñó que podía hacer una diferencia. No sabía cómo educar hasta que te conocí.”
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