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     Historias de terror de Ecron

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    AutorMensaje
    Wara_Jade_Ayari
    Maestro Jedi
    Maestro Jedi
    Wara_Jade_Ayari


    Mensajes : 937
    Fecha de inscripción : 05/04/2013

    Historias  de terror de Ecron Empty
    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:46

    Estas historias las rescate del aniguo foro LF, Son de un compañero y amigo, de nombre Ecron. Aunque el terror no es mi fuerte, me anime a entrar en este mundo literario despues de leerle a el. Quiero compartir estas historias de un buen amigo y muy creativo escritor.

    La primera historia comienza tiempo atras...

    La lancha se acercaba a la bahía despacio y con apenas un candil de queroseno como única luz. Sus dos ocupantes miraban hacia el frente con una mezcla de curiosidad y miedo y los ojos entornados para otear mejor en la oscuridad. El italiano sujetaba el timón, dejando que la suave corriente del Pacífico les empujara hacia la orilla, mascaba un palillo de dientes mientras sus ojos azules buscaban las siluetas de los promontorios que flanqueaban la bahía y parecían vigilarles como gigantes de piedra. Timo Suárez iba sentado delante de él, con los pies encharcados hasta los tobillos en el agua tibia que se mecía silenciosa en el fondo de la barca y el pequeño libro marrón apretujado entre sus dedos. Sus rígidas y cuarteadas cubiertas parecían a punto de deshacerse.
    – ¿Estás seguro que es por aquí? – le preguntó Gianno, su acento calabrés deslizaba las eses como el silbido de un pájaro.
    –Lo es, según el diario –le contestó–. Ahí, en el centro de la bahía, a la misma distancia de los promontorios y de la orilla.
    El italiano sacudió la cabeza y suspiró, se apartó de la cara un mechón de rizos rubios y escupió el palillo por la borda.
    – Lo intentaré.
    Afirmó el timón con ambas manos y dirigió la barca silenciosa entre las débiles olas. No terminaba de creer en ese diario.
    Timo miró a su compañero. No eran amigos, ni siquiera le conocía más allá de algunas pillerías, pero había sido el único lo suficientemente loco o lo suficientemente desesperado como para acompañarle. Y a pesar de todo nunca le había ocultado sus reservas. Gianno apagó el motor de la zodiac y lanzó por estribor un cabo con un ancla de fondeo, después colocó la bolsa de deporte entre los dos y sacó de su interior los trajes de buceo.
    –Vamos, no quiero que la Guarda Costera nos encuentre por aquí –dijo, tendiéndole el suyo a Timo.
    Se calzaron los monos de neopreno y se armaron con dos cuchillos y sendas linternas. Antes de colocarse la bombona, Timo guardó el diario en la bandolera hermética que lo aislaría de la humedad. Podrían necesitarlo en la gruta.
    –Si existe –apuntó el italiano.
    –Si existe.
    Apagaron el candil y se hicieron al agua. Estaba cálida y tibia en el Mar Caribe, tanto cómo lo había estado sesenta años atrás, si se fiaban de las fechas que apuntaba el diario, ligeramente más fría a medida que descendían. Mientras buceaba hacia la negra inmensidad, en pos de poco menos que un fantasma, tal vez no mucho más que un delirio, Timo sentía en su costado el peso del diario y se esforzaba por recordar las confusas indicaciones que había memorizado durante meses y que ahora, con el medidor de profundidad en una mano y la linterna en la otra, parecían tan distantes.

    El viejo había muerto de cáncer más cerca de los cien que de los noventa, aunque nadie sabía exactamente la cifra. No era su abuelo, ni siquiera su misma sangre, pero se había acostumbrado a llamarlo así desde pequeño y con el nombre de Abuelo se había quedado. Todavía no había terminado de enfriarse en su sepulcro cuando Timo había forzado la cerradura de su buhardilla y con la llave que le robara del cuello en el mismo lecho de muerte abrió el cofre dorado que el viejo guardaba debajo de una especie de poncho sudamericano. Aquel baúl olió a alcohol dulzón y a puro habano, pero el aroma se escapó nada más abrirlo, como si el tiempo encerrado lo hubiera debilitado. Timo encontró el cajón de fotografías del Abuelo, fotos de Cuba, de la guerra, encontró cartas y pliegos ajados de papel amarillento y tinta descolorida. Encontró un uniforme desteñido, galones sucios y medallas mugrientas, una pipa de caña de boquilla mordisqueada y al fondo, debajo de una blusa de mujer manchada de sangre, el libro marrón y desgastado que el viejo utilizaba como diario.
    Timo sólo lo había visto una vez, todavía era muy pequeño, el Abuelo había anotado algo rápido y después se lo había llevado, el recuerdo que había dejado en el niño era un bofetón por atreverse a mirarlo. Ahora lo tenía entre sus manos, huyó con él a una cafetería, tan lejos que nadie pudiera reconocerlo, y leyó con avidez sus páginas finas y desmigajadas por el tiempo. La letra del Abuelo era fina y apretada, manchurrones de tinta como cemento mantenían pegadas entre sí algunas páginas, y en las que se podían leer hablaba constantemente de un “botín”, de otro hombre, un gringo al que se refería como Glock, y de un tesoro robado en la guerra. También de una cala frente a las costas de Cuba, y de la mujer que murió por no desvelar su secreto. Al final relataba la huída de la isla, y la última anotación, casi veinte años después, según las fechas, iba acompañada de una breve carta en inglés en la que Glock explicaba que no podía esperarle más y regresaba a por su parte. En su diario, el Abuelo lamentaba no poder acompañarlo, ya no era joven, ni intrépido, y en su última frase suponía que el gringo mal nacido, si no había muerto en el intento, habría aprovechado la oportunidad de quedárselo todo.
    Esto no se lo contó Timo al italiano cuando decidió contratarle, para Gianno la gruta iba a estar llena de perlas y oro cubano, si bien Timo tenía la impresión de que su disposición a acompañarlo se debía más bien a sus ganas de perder de vista a la Guardia Civil que a que se hubiera creído una sola palabra. No iba a tardar en salir de dudas, las linternas acuáticas acaban de descubrir la abertura en el fondo de roca marina.

    La entrada de la gruta difícilmente permitiría el paso de un hombre, siglos de acumulaciones coralinas y formaciones de algas la habían disminuido hasta el tamaño de una rendija. Suerte que ni Timo ni Gianno eran precisamente fornidos, pero les preocupaba la posibilidad de no caber con las bombonas a cuestas. La eventualidad se resolvió al instante, el italiano cortó un amasijo de musgos y algas y consiguió despejar la abertura lo suficiente. Ante ellos se introducía en la roca un angosto desfiladero poroso y afilado cuyas aristas arañaban sus neoprenos y se les clavaban en los músculos como astas puntiagudas. Tras unos metros de buceo el pasadizo se abrió como el cuello de una botella y pudieron sacar la cabeza del agua en el centro de una caverna. Las paredes y el techo parecían echarse sobre ellos, cargados de estalactitas como colmillos de tiburón. La luz de las linternas titilaba en las rocas reflejada por mil destellos de agua cristalina.
    – ¡Así que el lugar existe! –exclamó Timo retirándose la boquilla y cerrando la bombona de oxígeno. Gianno hizo lo mismo y se pasó una mano por el pelo.
    –Nunca dudé de la gruta –dijo–. Sino del tesoro. Todavía no tengo tan claro que no sea una patraña del viejo.
    Timo nadó hacia el extremo de la caverna, donde las rocas y el agua formaban una especie de playa. Más allá comenzaba otro túnel de piedra cubierta de liquen y oscuro como la boca de un lobo. Se acercó y asomó la linterna, harto de discutir.
    –Bueno, al menos sabemos que si no lo es, debe estar aquí.
    El italiano se unió a él en la entrada del conducto, se deshicieron de las aletas y de las bombonas, que dejaron en el suelo listas para el regreso, y se armaron con los cuchillos. Se introdujeron en la negrura claustrofóbica siguiendo a los vacilantes haces dorados de sus linternas.
    – ¿Cómo de profundo crees que lo escondió el viejo? –pregunto Gianno. Timo sacó el diario de su bandolera y lo ojeó fugazmente. Casi se lo había aprendido de memoria.
    –No tengo ni idea –contestó, encogiéndose de hombros–. El cuaderno no lo dice.
    Por el estrecho pasillo no cabían dos en paralelo, avanzaron, por lo tanto, Timo delante y Gianno detrás, investigando cada saliente de la pared igual que el suelo bajo sus pies. No se atrevían a dar un paso en falso y quedar sepultados allí, tal vez para siempre. Los muros parecían horadados por algún objeto metálico contundente que se hubiera esforzado por pasar por allí a pesar de su tamaño, y poco después encontraron en el suelo los restos de una expedición anterior. Gafas de buceo sucias y empañadas, un par de aletas a medio pudrir y un objeto brillante casi sepultado en el polvo.
    –Una bombona… –apuntó el italiano–. Estas son las huellas de alguien que entró…
    –Y no volvió a salir –Timo miró a Gianno con el ceño fruncido y el diario en la mano–. El Abuelo no mencionó nada de que la gruta fuera peligrosa.
    Gianno se sopló el flequillo que al secarse volvía a caerle sobre la cara.
    –Bien, entonces tenemos a alguien ahí esperándonos.
    Timo apuntó con la linterna a la inmensidad frente a él y se giró hacia el italiano.
    –Eso es imposible, vamos.
    El joven empezó a andar mientras su socio se sacaba la mitad superior del traje de buceo. Hacía un calor sofocante en aquella gruta, sin ventilación ni corriente de aire alguna. El rumor del océano a lo lejos y el goteo incesante del agua que se filtraba entre las rocas eran lo único que les separaba de estar encerrados al vacío. ¿Qué ha sido eso? –murmuró Gianno. Timo se giró y le apuntó con la linterna a la cara.
    –No jodas –jadeó, a tal profundidad el oxígeno empezaba a faltarles–. Si buscas un buen momento para gastar bromas no es éste.
    El italiano se encogió de hombros y tosió tres veces, sus pulmones de fumador no soportaban igual que los de Timo la falta de aire.
    –Creí haber oído algo –dijo, al fin.
    –No lo hiciste.
    Continuaron avanzando y la gruta se convirtió en un minúsculo túnel descendente por el que debían caminar agachados y casi de lado. Las paredes cortantes de roca desprendida arañaban su piel y les golpeaban en la cabeza. Para colmo, en aquella negrura las linternas prácticamente no servían para nada.
    –Estoy empezando a arrepentirme, amigo –gruñó el italiano–. Este desfiladero parece no tener final.
    Timo no miró hacia atrás, le hubiera costado demasiado girarse.
    –No te preocupes, la caverna no puede ser demasiado profunda. El diario explica que…
    – ¡A la mierda con el diario! –exclamó Gianno jadeando ostensiblemente– Aquí dentro no se puede respirar, y ni siquiera estamos seguros de que el puto viejo no chocheara cuando escribió el diario.
    –No seas imbécil –respondió Timo manteniendo la calma–, el diario no lo escribió ayer.
    –Me da lo mismo.
    –Ah, cállate, no sabes lo que dices.
    –Puede ser. Pero lo que sí tengo claro es que cabe la posibilidad de que no encontremos nada. ¿No pone ahí que su antiguo compinche volvió a por su parte? ¿Quién te dice que no se lo llevó todo?
    –Me temo que no.
    –Pues yo no lo hubiera hecho, desde…
    Timo le puso una mano en el pecho, se había detenido sin que el italiano se diera cuenta. Apuntaba con su linterna hacia el suelo.
    –Estoy seguro –dijo–. Pero desde luego Glock no lo hizo.
    Gianno se acercó a él y dirigió su linterna al mismo punto.
    –¿Por qué lo..?
    No pudo terminar la frase, las palabras se atascaron en su garganta cuando descubrió el amasijo de huesos rotos y vísceras resecas que una vez había tenido forma humana. Estaba medio tendido al pie de la pared rocosa, lo que quedaba de sus piernas, apenas unas tibias carcomidas y fragmentos de fémur y peroné embutidos en un podrido traje de buceo, atravesaban el camino. Los brazos caían a los lados arrancados del cuerpo y la cabeza, ladeada y desencajada del cuello, apenas se sostenía en su lugar con un terrible boquete en el cráneo y la mandíbula desprendida. Lo poco que asomaba de piel por debajo del cabello estaba marchito y amarillento como un pergamino putrefacto.
    – ¿Crees que es..? –preguntó Gianno.
    –No me cabe duda.
    Timo se inclino hacia el viejo Glock y le arrancó un pedazo de papel del interior del traje de buceo. El tiempo y la humedad lo habían adherido a las costillas. Regreso junto al italiano y le mostró el dibujo descolorido de un mapa, el mismo que figuraba en el diario del Abuelo.
    Las paredes de la gruta se estremecieron como si las azotara un terremoto. Los huesos de Glock se hicieron añicos y se deslizaron como gravilla hasta fundirse con el suelo del pasadizo a la vez que por toda la galería resonaba un crujido atronador. En el fondo de la oscuridad unos pasos rápidos pero pesados cruzaron de un lado a otro y las linternas de Timo y Gianno arrancaron de ella destellos fugaces de algo parecido a unos ojos que desaparecieron el instante. El temblor cesó y la caverna volvió a quedar en silencio.
    –¿Qué ha sido eso? –preguntó Gianno, la linterna temblaba en su mano. Timo negaba con la cabeza.
    –No tengo ni idea– contestó con un hilo de voz.
    –Larguémonos de aquí, tío. En esta cueva de mierda no hay nada.
    Guardaron silencio durante algunos segundos, no se oía nada, no se veía nada.
    –No. Continuemos –ordenó Timo–. No hemos venido hasta aquí para darnos la vuelta con las manos vacías.
    El italiano no salía de su asombro.
    –Pero ¿y el temblor? ¿Y lo que hemos visto?
    –Un murciélago.
    – ¿Y el temblor?
    –Esas cosas pasan en cavernas como estas.
    Gianno resopló y le pegó un empujón en la espalda.
    –Tú estás loco, pero yo me marcho –dijo, dándose la vuelta. Apenas se había alejado unos metros el suelo desapareció bajo sus pies y se vio arrastrado al vacío por una especie de rampa en medio de un grito desgarrador. Timo salió corriendo detrás de él pero lo único que encontró fue la cima polvorienta de un desprendimiento, seguramente ocasionado por el temblor.
    – ¡Gianno! –gritó. Unos segundos después le llegó la voz del italiano.
    – ¡Estoy bien! –gruñó éste entre toses– Al menos no me he roto nada. Aquí hay otro conducto pero es imposible subir por donde me he caído. Sigue en la misma dirección, tal vez nos juntemos luego.
    Poco a poco la voz de Gianno se fue perdiendo en la profundidad del túnel, Timo se alejó de la boca del agujero y recobró su camino por encima de las cenizas de Glock. Se introdujo en la oscuridad del pasadizo, cada vez más asfixiante y tortuoso, esquivando mazacotes de roca desprendidos y sorteando grietas del tamaño de un hombre, con el único objetivo de encontrar el famoso tesoro del Abuelo y salir de allí echando leches, con o sin el italiano. Llegado a un punto el conducto desembocó en una especie de cúpula y se bifurcaba en dos direcciones distintas.
    –Mierda –murmuró–. No decía nada de esto en el diario.
    Era cierto, el viejo libro no hablaba en absoluto de cavernas titubeantes ni de criaturas nocturnas ni de bifurcaciones del camino. Se detuvo para revisar las instrucciones por enésima vez y escuchó un gruñido profundo y salvaje, como de un animal gigantesco, procedente de alguno de los conductos. ¿De cuál?
    – ¿Gianno? –se acercó a uno de ellos– ¡Gianno!
    La oscuridad no le devolvió ninguna respuesta, así que cerró el libro y volvió a guardarlo, decididamente a partir de entonces resultaba inútil, y empezó a caminar por el túnel que tenía más cerca. Parecía internarse en las profundidades de la tierra, el aire, el poco que había, era denso y viciado, infestado de vapores que llegaban a escocer los sentidos, sin embargo las paredes estaban húmedas, resbaladizas, y el suelo crujía cubierto de una especie de polvillo, similar al yeso. Empezaba a imaginar el tacto de las perlas y del oro caribeño en sus manos cuando le hizo estremecer un alarido aterrador lejanamente humano. Se trataba de Gianno, era su socio el que gritaba. Y su voz resonaba en las paredes de piedra como la acometida de un cuchillo.
    La luz de Timo buscó en la oscuridad, imposible adivinar a qué distancia se había producido el grito. Intentó correr por el pasillo, y cuando pocos metros después el olor a sangre y vísceras se había intensificado, empezó a escuchar los jadeos y los estertores de muerte del italiano. La linterna le encontró, encontró sus partes, primero un brazo, aferrado a una linterna estampada contra el suelo, después las piernas, amasijos palpitantes de músculo y neopreno desgarrados como sacos de carne. La cabeza seguía unida al cuerpo, colgando boca abajo, su pelo rubio y sucio rozaba el suelo y su abdomen… La luz de Timo encontró su abdomen embutido en las fauces de un ser descomunal, deforme, una criatura a la que no supo dar nombre y que su cerebro no consiguió asimilar. Timo abandonó a su amigo y lo abandonó todo, dio media vuelta y deshizo sus pasos huyendo de aquel engendro. Llegó a la desembocadura de los dos conductos y recordó que el camino de regreso estaba cortado por el fatídico desprendimiento que había arrastrado con él a Gianno. Su única alternativa era internarse por el segundo túnel y apostar todas sus fichas a que aquel le brindara una manera de salir de la caverna.
    Sus pasos precipitados tropezaron con todo tipo de obstáculos invisibles, algunos rígidos como rocas que taladraban sus canillas, otros blanduzcos y viscosos que se pegaron a su piel y parecían trepar por ella. No escuchaba a su espalda los pasos del monstruo, no sentía su aliento tras él ni el temblor en las paredes que indicaría que le perseguía, pero aún así no se sentía aliviado en absoluto. No lo haría hasta que notase en su cara primero el agua tibia del mar Caribe y después la brisa fresca de la superficie. El motor de la lancha, eso era lo único que querría oír ahora.
    La luz de la linterna danzaba desbocada sobre las paredes de granito, no tardó en encontrar los restos del desprendimiento y Timo los trepó para pasar al otro lado. Había conseguido llegar en su huída más lejos que Glock, pero todavía no podía considerarse a salvo. Ese túnel era más estrecho y tortuoso y ni siquiera podía asegurar que tuviera salida al mar. Entonces la providencia le llevó hasta lo que andaba buscando.
    Había estado allí, aunque alguien se lo había llevado. La roca roja estaba allí, la pintura un tanto ajada, ennegrecida por el tiempo. Debajo, cuando Timo la empujó, la bolsa marrón con las iniciales del Abuelo ocupaba un espacio cavado con torpeza en el suelo. Estaba vacía. Sólo quedaba en ella un jirón de tela enmohecida, un retal bordado con el escudo de la Revolución. Detrás, alguien había pintado con letras gruesas: Gracias, Viejo.
    Timo dejó caer la bolsa al suelo, sintiendo las lágrimas agolparse al borde de sus ojos y la desesperación acumularse en su pecho. El zarpazo en la roca le despertó de golpe y borró de su mente bolsa, tesoro y Abuelo. Había fallado por poco y Timo sabía que eso podía no volver a repetirse. Un segundo azote le dio la vuelta y le enfrentó cara a cara con el monstruo. Cara, por llamarlo de alguna manera. El ser abrió sus fauces en un rugido demencial que hizo sangrar los oídos de Timo y sus ojos vacíos se clavaron en los del chico como centellas negras la luz de la linterna. Cuando aquellas garras se abalanzaron sobre él consiguió esquivarlas dejándose caer al suelo y gateando logró alejarse de allí. Su hombro sangraba agotando sus fuerzas, sus rodillas se desgarraban al arrastrarse por la roca dura y para colmo estaba completamente a ciegas. Había perdido la linterna.
    Una pared de piedra detuvo su huida casi antes de comenzar. Consiguió trepar, se dejó caer al otro lado y se quebró un tobillo por ello. Sólo podía oír los gruñidos de la criatura que le seguía con asombrosa facilidad, como si pudiera ver en la oscuridad, como si dominara el terreno. Timo intentó ponerse en pie, quiso correr, tirando de su pierna inútil, incapaz de mover el brazo derecho, tentando la pared con la otra mano para avanzar. Las pisadas del ser hacían temblar el suelo detrás de él, un aliento pútrido y abrasador erizaba su nuca y cuando creía que todo estaba perdido el pasadizo desapareció, cayó al agua y empezó a hundirse.
    El corazón le dio un vuelco y su cuerpo recuperó nuevos bríos. La gruta terminaba allí donde había empezado, solamente le restaba nadar, bucear fuera de allí y ascender hacia la superficie. Pero sin oxígeno, sin linterna…
    No quería pensar en nada de aquello. El ser se había zambullido detrás de él, podía sentir la vibración del agua en sus pies con cada una de aquellas colosales brazadas. Se sacudió en la oscuridad esforzándose por desplazar algo de agua con su único brazo y su única pierna y sólo la suerte quiso que no tardara en encontrar la abertura en la roca que salía de la cueva. No le quedaba mucho aire, por eso utilizó sus manos para avanzar con la ayuda de los salientes del pasadizo, sabía que pocos metros después encontraría el mar abierto, y si los pulmones se lo permitían, también la lancha. Luchó, luchó con todas sus fuerzas por no desfallecer, por no perder el sentido. No le quedaba aire, no le quedaba aire, ¡no le quedaba aire!
    El conducto no terminaba nunca.
    Timo sabía que se estaba ahogando, los últimos salientes antes de esa débil luz que titilaba al fondo parecían demasiado lejanos, y luego el mar, todavía le quedaba mucho mar antes de la superficie. Se ahogaba, sus pulmones contraídos eran presa de convulsiones, el pecho le estallaba de dolor, la cabeza le daba vueltas, perdía la visión, así como las energías para seguir braceando en lugar de rendirse al instinto y abrir la boca, dejar entrar el agua, a falta de aire.
    Aire, aire ¡Aire!
    Había llegado al borde de la abertura. Unas mandíbulas como de acero se aferraron a su pie, se lo llevaron con ellas. Después la pantorrilla, un muslo.
    Timo no sintió el dolor, sus ojos se fueron nublando, fijos en la sombra gris de la lancha que bailaba en la superficie. La criatura engulló su vientre, su brazo sanguinolento, lo último que Timo escuchó fue el crujido de su propio esternón astillándose al ser masticado por aquella bestia. Su cabeza y su brazo estirado hacia la luz se desprendieron de su cuerpo, se deslizaron por el fondo del mar dejando tras de sí un hilo de sangre que parecía jugar con las corrientes y los bancos de coral. Lo que quedaba de Timo salió a la superficie, su cabeza carcomida por los peces miraba al cielo rojizo del alba, su brazo rígido señalaba de forma macabra a la lancha motora que nunca
    .

    EcR0N


    Última edición por Amidala Padme el Miér 21 Oct 2015, 09:17, editado 2 veces
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    Fecha de inscripción : 05/04/2013

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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:47

    Juguemos

    Tenia frio, los pies no le respondían, las manos las movía con mucha dificultad intentando abrir la puerta.
    Las sombras se acercaban y con ellas la temperatura bajaba.
    Ingrid forzó la puerta hasta que después de unos segundos esta se abrió. Al intentar dar un paso, Ingrid se dio cuenta que estaba paralizada, no se podía mover. Delante de ella había un camino que llevaba a su salvación pero ya era demasiado tarde.
    Las sombras la rodearon, arañaban su piel con unas garras invisibles y afiladas. Fuertes zumbidos se convertían en una palabra al llegar a oídos de Ingrid.
    No caminaba pero se movía, la puerta se alejaba, intentaba retroceder, pero solo consiguió caer al suelo.
    Las sombras la estaban engullendo.
    Ya no tenía fuerza. Solo podía chillar aún sabiendo que nadie la oía y de que con su miedo alimentaba aquellos seres inmundos.
    Cerró los ojos, deseó con fuerza no estar allí, deseó no haber jugado con lo que no conocía, deseó que todos y cada uno de aquellos seres desaparecieran y por último deseó que todos sus amigos volvieran a vivir y así poder verlos aunque fuese solo una vez mas.
    Los zumbidos cesaron, ya no tenia frio y al abrir los ojos vio a sus amigos, sus deseos se habían cumplido.
    Todos estaban preocupados, tenían el rostro desencajado y la mayoría de ellos la intentaban levantar del suelo.
    Aún era de día, las cortinas que antes no dejaban pasar la luz estaban recogidas, el tablero de ouija estaba sobre la mesa con un vaso en el centro.
    Ingrid aún no comprendía que había sucedido, según sus amigos, se había desmayado al tocar el vaso, pero ella solo recordaba haber llegado a la cabaña para pasar el fin de semana y después haber jugado a un juego que había causado la muerte de sus amigos y casi la suya.
    Al caer la noche todos se fueron a dormir. Ingrid la última en subir al segundo piso por el miedo que le causaba cerrar los ojos y volver a estar atrapada por aquellos seres, sintió que algo la miraba, que algo la rodeaba.
    La luz del segundo piso estaba encendida, así que después de tranquilizarse y mentalizarse que solo había sido una absurda sensación, apagó la luz y dejando la puerta entornada de su habitación, se acostó en la cama con la intención de dormir.
    No conseguía conciliar el sueño ya que cualquier sonido la asustaba, al girarse se asustó de su propia imagen reflejada en un espejo.
    Al cerrar los ojos, por fin consiguió dormirse.
    Las sombras volvieron, la atrapaban, el frio volvió a invadir su cuerpo, un escalofrio, un grito y de un salto se despertó. Ya volvía a estar despierta nuevamente.
    Un escalofrio invadió su cuerpo al oír un ruido. Al mirar hacia la puerta vio que la puerta de la habitación estaba abierta de par en par y que la luz del pasillo estaba encendida.
    Ingrid se levantó todo y sentir que su instinto le decía que no. Al presionar el interruptor la bombilla estalló.
    Ingrid sintió la necesidad de bajar al piso de abajo haber si alguien había ido a ver la tele y había dejado la luz encendida.
    Bajó las escaleras con cuidado. Los escalones crujían a su paso cosa que la asustaba y hacia que su corazón latiera mas rápido de lo habitual.
    Aunque tenia frio, estaba sudando. Cuando llegó al último escalón no pudo aguantar la tentación de volver a su habitación pero un extraño impulso de valentía lo impidió.
    Una vez abajo, Ingrid decidió ir al comedor por si había alguien. Para llegar a la estancia, tenia que cruzar un largo pasillo cosa que hizo temblar todo su esqueleto.
    Tenía la camiseta empapada de sudor y eso la incomodaba. Al llegar al comedor pudo ver que no había nadie mas que ella despierta.
    Al girar para volver a su habitación vio un pequeño haz de luz que provenía de la cocina.
    Al llegar a la pequeña estancia donde aún quedaban los restos de la cena, vio una linterna encendida sobre un pequeña mesa redonda.
    Ingrid cogió la linterna y al oir un ruido, su corazón se disparó y corrió hasta llegar nuevamente al comedor donde había mas luz. Al llegar al comedor vio a todos sus amigos sentados alrededor del tablero de ouija .
    Cada uno de sus amigos tenia el dedo índice sobre un vaso que no hacia movimiento alguno.
    ¿Qué hacéis a estas horas levantados? Pregunto Ingrid.
    No hubo respuesta alguna, solo un frio silencio.
    Ingrid se acerco a ellos y les pidió que no bromearan pero ninguno de ellos se inmutó, a punto de llorar, se acercó lo suficiente para ver como el vaso se empezaba a mover señalando poco a poco un conjunto de letras.
    Al cabo de un rato la palabra que formaban las letras era: JUGUEMOS.
    Sus amigos dejaron de mirar el tablero de ouija para mirar a Ingrid con los rostros desencajados y con unas miradas que le congelaron la sangre.
    Ingrid retrocedió unos pasos instintivamente y entonces vio como sus amigos se abalanzaron sobre ella.
    Al chillar y cerrar los ojos sintió una extraña tranquilidad hasta sentir de nuevo unos extraños zumbidos. Los zumbidos cobraron significado y el frio y el miedo volvieron a invadir el cuerpo de Ingrid.
    Sus amigos se habían convertido en las sombras y lo último que pudo sentir fue como esos seres le atravesaban con sus garras la piel matándola poco a poco y esperando que eso no podía fuera mas que una pesadilla, se desmayó por el dolor.
    Las familias estaban muy preocupadas porque llevaban sin ver a sus hijos mas de una semana. Al llamar la policía, estos acudieron a la dirección de la cabaña en seguida. Uno de los policías al tocar la puerta vio que estaba abierta, al entrar vio que todo estaba ordenado, teniendo en cuenta que era una cabaña de unos adolescentes. Al cruzar un pasillo y llegar a una gran estancia un escalofrio inundó su cuerpo. Había una chica con la piel echa jirones y un conjunto de chicos sentados alrededor de un tipo de tablero. Cada chico tenia las manos llenas de sangre y con uno de los dedos, el único que no estaba lleno de sangre, tocaban un vaso que se encontraba encima de un pequeño papel. El policía abrió el papel doblado y únicamente habían dos palabras escritas: Game Over.


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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:49

    Miedo Ajeno

    Acabo de despertar con una argolla aprisionando mi muñeca izquierda, en una habitación desconocida, vacía. Frente a mi hay una ventana, a mi derecha una puerta. No sé cómo he llegado hasta aquí. Sin tiempo para reflexionar, un chillido atraviesa mis oídos. Viene desde fuera. Me levanto del suelo y corro hacia la puerta. Una persona no para de gritar desesperadamente al otro lado. A un metro de la puerta noto como mi brazo izquierdo se tensa con violencia y soy devuelto al suelo por el efecto de la cadena que me mantiene preso en aquella habitación. Los gritos continúan al otro lado de la pared, la puerta parece vibrar con cada uno de esos desgarradores berridos. Entonces tirado en el suelo, noto las crecientes vibraciones que se acercan. Sin duda son pasos, tranquilos y sosegados. Alguien se acerca con sonoras pisadas hacia los gritos. La intensidad de los gritos aumenta por segundos, me taladran la cabeza, me nublan el sentido. Me esfuerzo en percibirlo todo y los pasos son cada vez más próximos. Noto como las pisadas cruzan frente a la puerta y continúan hacia el foco de los gritos. “¿Qué está pasando?”. Los gritos se mezclan ahora con el ruido incesante de unas cadenas que repetidamente cortan el aire con un chasquido metálico. Alguien está pegando tirones de esas cadenas, sin duda. Ya no siento las pisadas pero los gritos siguen envenenando mi conciencia. Un grito aun más fuerte que el resto acompaña el sonido de las cadenas al golpear el suelo. Durante un segundo cesan los gritos, la calma reina, mi mente empieza a aclararse.

    “¿Dónde estoy?, ¿Por qué estoy aquí?, ¿Cómo voy a salir?”. Las preguntas se desvanecen, han vuelto los gritos. Se aproximan a la puerta, cada vez los oigo más cerca, mis oídos no lo soportan, tengo que taparlos. Pero antes de que mis manos lleguen a estos, percibo otro sonido. Cadenas arrastrándose, junto a los chillidos un pequeño rumor de cadenas arrastrándose por el suelo. Cuando la mezcla de sonidos que está taladrándome pasa junto a la puerta percibo que van acompañados por las pisadas de antes. Ahora lo reconozco, es una voz de chica. Es una mujer quien grita. Su garganta no durará mucho más si sigue dando esas voces. Permanezco inmóvil en el suelo, no he podido moverme en todo el tiempo, ni siquiera lo había intentado desde que caí. Se alejan, los alaridos y el resto de sonidos disminuyen a medida que se alejan de mi habitación. Los noto bajar, entonces soy consciente: estoy en una segunda planta. Miro la ventana, me levanto y dirijo hacia ella. No puedo acercarme a más de un metro y medio. “Maldita cadena”. Y tiro con fuerza, sintiendo como la argolla muerde mi muñeca como un perro salvaje. Ceso mis esfuerzos. Apenas oigo las voces. A través de la ventana alcanzo a ver un campo de tierra a los pies del lugar donde me encuentro, ocupado solo por un poste de cemento, de un metro de altura, con una argolla metálica en su parte superior. “Otro enganche para estas cadenas”. Entonces los veo aparecer. Se acercan al poste, una figura corpulenta con una chica en brazos. Veo como ella grita, pero a mí apenas me llega el desgarrador sonido que antes había torturado mis oídos. La criatura engancha las cadenas que cuelgan de las muñecas de la joven. Desde mi ventana puedo ver la cara descompuesta por los gritos y el terror atravesando cada poro de su piel. Sus ojos parecen a punto de explotar, su cuerpo tiembla y se retuerce. Entonces, mi respiración se detiene, mi cuerpo parece a punto de desfallecer: “Es mi hermana”.

    Petrificado contemplo como la criatura se aleja, sin embargo, mi hermana grita con más fuerza, puedo percibir la tensión de cada músculo. Las venas de su cuello quieren abandonar su cuerpo. Ella tira de las cadenas una y otra vez. De sus muñecas nacen cascadas sangrientas que empiezan a colorear la tierra a su alrededor. Ella mira hacia el edifico donde yo estoy, hacia donde se ha dirigido la criatura tras dejarla allí, y sus gritos siguen aumentando, algo hace que su miedo se intensifique por segundos. Intenta huir pero las cadenas la reclaman una y otra vez. Llora desconsolada, sus gritos se han convertido en gemidos de suplica, puedo verlo en su expresión. Pero no puedo acercarme a la maldita ventana, no puedo hacerle ver que estoy aquí, ni ver qué se está acercando a ella y le infringe tanto terror. Sé por su expresión que si no escapa va a morir atada a ese poste de cemento salpicado por su propia sangre. Sigue tirando de las cadenas con desesperación.

    No puedo soportarlo, tengo que ayudarla, empiezo a tirar con todas mis fuerzas de la cadena que me retiene preso. No cede, está bien anclada a la pared. Miro por la ventana, mi hermana intenta huir, en vano. Patalea contra el poste, se muerde las muñecas, intenta escapar de allí como sea. Tengo que ayudarla. “Mierda, esta cadena no cede”, sigo tirando de ella con todas mis fuerzas, a cada tirón mi muñeca sufre una          de fuerza que produce un intenso dolor que me recorre como un relámpago todo el cuerpo. Tengo que librarme y ayudarla. Su desesperación parece alcanzar límites imposibles, grita sin voz y su rostro parece haber aceptado ya su propia muerte, permanece tirada en el suelo suplicando por su vida y yo aun no logro ver ante quien. No puedo soportarlo, tomo una decisión. “Tengo que salvarla”. Así, armándome de todas mis fuerzas y concentrándome en que mi hermana va a morir, cierro los ojos y muerdo mi muñeca izquierda. Muerdo una y otra vez con todas las fuerzas que mis mandíbulas pueden aplicar. Noto como se desgarra la carne, no puedo parar o el dolor me impedirá continuar, no puedo detenerme, tengo que seguir hasta el final. Mordisco a mordisco se desgarran mis tendones, crujen los huesos, la sangre forma un charco a mis pies, me entra a borbotones en la garganta, me impregna la cara. “¡Aguanta! Voy a salvarte...”. Mantengo la imagen de mi hermana en la mente, me da fuerzas para seguir mordiendo. Un último crujido me da la victoria, soy libre. Mi mano amputada cae al suelo junto a la cadena. Empapado en sangre, noto como pierdo poco a poco el sentido, tengo que darme prisa, miro por la ventana, veo un bulto a unos pasos de mi hermana, no distingo nada, mi vista se nubla más y más. “¡Ya voy!”. Salto por la ventana sin pensarlo dos veces, atravieso el vidrio y caigo desde la segunda planta hasta la tierra. Estoy en el suelo, tengo que llegar hasta ella. Mi cuerpo no me responde, intento arrastrarme y veo como un río de sangre corre desde mi muñeca destrozada. En él veo como se va mi vida, en cada una de esas gotas de sangre también se va la vida de mi hermana. “Solo un último esfuerzo... ¡Aguanta!”. Intento alzar la voz, atraer a la criatura, pero me desvanezco, veo desde el suelo como ya ha alcanzado a mi hermana, sus gritos han vuelto a instalarse en mi cabeza. La vista se me apaga, la oscuridad se cierra en torno a mí, sus gritos me inundan y en ellos poco a poco me ahogo. No puedo moverme, no puedo ver, no puedo hablar, solo escucho, escucho como ella grita y grita, escucho mi propia sangre. Y poco a poco también dejo de escuchar. Poco a poco todo es oscuridad.


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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:51

    La Muerte de un Asesino

    Recuerdo a mi vecino como alguien un poco extravagante en su forma de actuar, vestirse y relacionarse con los demás. Siempre vestía de negro, y una piel tan blanca solo podía ser de muerto; mas eso no es lo más importante. Él tenía la mala costumbre de nunca notar a los demás, por lo que mi relación con su hija nunca generó problemas entre nosotros, o por lo menos fue así por un tiempo.
    Su hija era la luz de mis ojos, era de una piel suave aunque un poco más pálida de lo habitual, con un cabello negro y liso el cual podía admirar por horas, unos labios delgados y unos penetrantes ojos pardos, pero muchas veces muy negros por la noche. Me encantaba todo de ella, el hecho de que nunca se tornara frívola como las otras chicas, o que siempre en su presencia, me sentía en paz, como hipnotizado por su persona. El hecho de que solo yo la hacia reír me hacía sentir importante, y el que los dos fuéramos "del Lado oscuro  de la fuerza" como ella le gustaba bromear hiciera que nuestros intereses siempre concordaran para la mayoría de las cosas.
    Un día en mis habituales visitas a su casa su padre me miró fijamente, como advirtiéndome lo que los padres les advierten a los que andan con sus hijas cuando llegan a cierta edad, lo cual me pareció perfectamente normal en un primer momento, pero luego me sentí algo extraño, como si tratara de decirme algo que nunca había escuchado, parecía mas una advertencia grande que simple cuidado paternal.
    Ella nunca hablaba de él, o de su madre a quien solo había visto de lejos ya que nunca conocía su familia oficialmente. Eso me parecía perfecto, solo me importaba ella, no sus parientes... craso error. Esa noche en su gótico cuarto ella me reveló que era adoptada y que sus padres habían muerto cuando ella era una niña. Nunca fui un buen consolador... solo la bese y le dije que era algo tarde, que si no le importaba que me quedara en su casa porque la mía quedaba en un logar peligroso a estas horas de la noche. Ella me miro con una cara de morbo y me dijo:

    ¿Y en que cama planeas dormir?

    Siguiéndole el juego, y esperando algo más, le dije que en cualquiera estaba bien, pero la suya era la más confortante. Ella me respondió que su padre no lo permitiría así que mejor durmiera abajo en el sofá, y que no me preocupara que algún día sus padres tuvieran que salir de la casa por algunos días.
    Al día siguiente la llamada de mi madre me despertó de un placido sueño, ella histérica me decía que como era posible que durmiera allá, por supuesto que sabia lo que sentía por ella y mi madre nunca fue una mujer tonta. Me fui a mi casa fingiendo tener el rabo entre las patas, pero sabía que en el fondo mi madre estaba feliz de los "logros de su hijo".
    Esa tarde mi amada me llamó para decirme que ese fin de semana sus padres saldrían a visitar a sus únicos familiares enfermos, y que no la llevarían porque la enfermedad era más grave en los jóvenes que en los viejos, por lo que no querían arriesgarse.
    "Perfecto" me dije... y le dije que por supuesto que iría a cuidarla.
    Ese fin de semana prepare todo mi equipo y le pedí el carro a mi hermano para ir a gusto hasta la casa de ella. Y así fue. Al llegar allá era ya entrada la noche debido al tráfico por lo que ella ya estaba cenando.
    Al llegar me miro con una cara que jamás había visto... era como de un color intenso, pero no era normal. "Que importa... lo que me espera vale la pena" me dije. Ella me dijo que iría a buscar unas cosas en la alacena que quedaba en el sótano de su casa y que luego tendríamos tiempo para nosotros.
    Las ganas me mataban pero noté que ya se tardaba mucho así que fui a buscarla. El sótano estaba oscuro y tenebroso, pero lo que mas me impactó fue un olor conocido, muy penetrante, pero seguí bajando las chirriantes escaleras buscando alguna luz o algo...
    Tropecé con algo y de inmediato sentí el sabor de la sangre... eso basto para crisparme los nervios... no porque fuera sangre, sino porque provino de algo lo suficientemente grande como para sangrar a la altura de mi cara. Rápido recordé que había traído mi encendedor... hacía meses que no fumaba, pero encender el cigarrillo de las damas siempre causaba una buena impresión. Lo encendí y me quede en blanco... el padre de mi amada colgaba de un gancho de carnicero, con las entrañas abiertas pero todavía con suficiente vida para decirme:

    ¡Corre!

    De inmediato sentí una mano familiar en mi hombro... era mi novia... con unos ojos rojizos brillantes en los ojos y mucha sangre por toda la cara y las manos... Me dijo:
    Que bueno que bajaste... ¿quieres unirte a la fiesta?

    De inmediato me encerré en el baño del sótano desde donde escribo esto en las paredes con la sangre que hay por todo el sueño... ella esta por ent...

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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:52

    Prision Perpetua

    Despierto un poco desorientado en mi habitación, pues el hedor a putrefacción ha logrado interrumpir mi sueño, me duele la cabeza, pero algo ha cambiado, este ya no parece ser mi cómodo y acogedor apartamento, el aire esta turbio y pesado y ¡¡las paredes!! Parecen ser de carne putrefacta, emanando ese penetrante hedor a muerte, casi parecen respirar, es grotesco. Me acerco a la ventana para intentar ver hacia fuera pero esta muy opaca y no deja ver nada, y al tocarla, me doy cuenta que ha dejado de ser vidrio y parece ser una piel densa y estirada, ¡¿Qué demonios es esto?!, salgo de mi habitación muy entubado por lo que estoy presenciando, me dirijo hacia mi sala de estar y el ambiente es aun mas lúgubre, comienzo a caer en la desesperación e intento salir del apartamento pero para mi asombro, me encuentro con la puerta de entrada encadenada desde adentro con cinco enormes candados que parecen estar hechos de huesos, esto me descontrola, comencé a tener una agobiante sensación de encierro y desesperación, pero no quería perder el control, siempre he sido una persona que sabe manejar sus emociones, así que me tranquilice tanto como pude e intente asimilar la situación.

    Me di la vuelta y comencé a observar a mi alrededor, como queriendo encontrar una respuesta a lo que estaba pasando, pero lo único que pude ver eran unas extrañas figuras que se formaban en la pared, parecía como si un rostro desfigurado y con los tejidos expuestos intentar salir de ella, es escalofriante y a la vez repugnante.
    Repentinamente, a mis espaldas, el televisor se enciende, pero no muestra nada, solo estática, intento apagarlo pero es en vano, intento desconectarlo pero no esta conectado, un escalofrío me recorre el cuerpo de pies a cabeza erizando todos los vellos en el camino. Intento no tomarle importancia mientras trato de comprender lo que esta sucediendo en este momento. Estoy seguro que es mi apartamento, son mis muebles, mis fotografías están colgadas en la pared, aunque todo parece tan grotesco, tan demoníaco, pareciera ser la guarida de algún repugnante demonio.

    La peste no me deja pensar bien, siento que mi cabeza va a estallar, apoyo mi mano en la pared y me sostengo la cabeza con la otra mano, puedo sentir el palpitar de la pared entre mis dedos, me siento aturdido, luego comienzo a sentir que la textura de la pared cambia y se va volviendo mas viscosa, me alejo de ella rápidamente, veo como se forma un circulo negro en la pared que va creciendo como una mancha y comienza a emanar una viscosidad negra, emanando también mas pestilencia. ¡¡Pero que demonios!!, es una mano, una mano comienza a emerger de la pared, me quedo estupefacto sin poder creerlo, pero no solo es la mano sino un objeto con forma casi humana lo que esta saliendo de ahí. Es algo horrible y repugnante, tiene ese espantoso olor tan penetrante que podría olerlo aun si no tuviera nariz, esta bañado totalmente en lo que parece ser sangre coagulada y rodeado por esa negra viscosidad, sus tejidos internos están expuestos y casi no tiene piel, parece estar inflamado y en evidente estado de descomposición, el hedor a cadáver es asfixiante. Pero mi asombro es mayor pues parece estarse moviendo y emitiendo gemidos ¡¡Esta Vivo!! No puedo creer que esa cosa aun viva, el ser me vio, y ví como un ojo se le cayo, pero éste sólo se lo reacomodo y comenzó a moverse hacia mi, lo hacia casi arrastrándose, comenzó a ponerse de pie y venia hacia mi emitiendo esos tenebrosos gemidos que parecían de un dolor insufrible. Preso del terror que me invadía, di unos pasos hacia atrás y tropecé con una silla que estaba tirada en medio de la sala, pero pude ver con este ser se abalanzaba sobre mi justo antes de caer al suelo, mi cabeza golpeo contra el piso y quede inconsciente.

    Despierto de golpe con un grito angustioso y mi cuerpo bañado en sudor, en mi cabeza están aun todas esas imágenes de horror, pero cuando reacciono me doy cuenta que estoy en mi cama, en mi habitación, un agudo dolor de cabeza acompaña mi mañana. ¿Habrá sido solo un sueño?, si, debió serlo, un sueño muy real, me digo esto a mi mismo tratando de convencerme pero la verdad, con poco éxito. Me levanto de la cama y me acerco a la ventana de mi cuarto, todo parece normal, como debe ser, veo hacia afuera y observo en la calle las personas caminando y los autos circulando. Algo me impulsa a tocar el vidrio de la ventana, es un sentimiento mezcla de curiosidad y temor, se que es ilógico, se que es vidrio, ¿que otra cosa podría ser?, pero, tengo que tocarlo, tengo que asegurarme. Me acerco y lo toco… nada, es vidrio, ya lo sabia, pero en mi interior suspiro aliviado.

    Ahora más calmado, observo detenidamente a mí alrededor, todo es normal. Tocando las paredes me aseguro que son lo que son, sólo paredes. Esto aumenta mi incertidumbre de lo sucedido antes, pues en vez de tomar esa calma y normalidad de la que me encuentro rodeado ahora como una prueba que nada ha pasado, lo único que consigo es aumentar mi duda, me pregunto con cada vez mas recelo lo sucedido anteriormente, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Habrá sido real o no?

    Aun adolorido e intentando poner mis pensamientos en orden, salgo de mi habitación y voy hacia la sala, apoyo la mano en la pared, en el mismo lugar donde lo hice antes y… como lo esperaba, nada. Me acerco al televisor e intento encenderlo y como todo lo demás, nada pasa, con ironía pienso que si hubiese encendido me habría asustado pues tiene meses de estar averiado. Observo la pared, el mismo lugar donde antes había brotado ese repugnante ser que no quisiera recordar, solo observo, prefiero no tocar ahí. Varios pensamientos surcan mi mente, como que seria horrible terminar así como ese ser, ¿que habrá hecho en vida para tener un castigo tan cruel? En ese momento, como un as de luz que atraviesa mi cerebro, una imagen llega a mi cabeza: la puerta de entrada, corro hacia ella, y quedo perplejo, petrificado ante la puerta, intento reaccionar pero mi cuerpo no responde, mis ojos observan la puerta, están fijos a la puerta. La imagen de la puerta y esos cinco candados me hiela la sangre y me llena de horror, entonces no fue un sueño, fue todo real. Intento controlarme nuevamente y pensar en una explicación lógica para esto, ¡¡ Pero que estoy diciendo?, esto no tiene lógica, tengo que salir de aquí!!. En un arranque desenfrenado cuando el temor se convierte en furia, corrí hacia el cuarto de baño y tome un hacha que ahí guardaba, regrese a la puerta y comencé a golpear los candados una y otra vez, una y otra vez, así unas veinte veces, hasta que mi furia se había disipado, pero este sentimiento ahora se convertía en desesperación al ver que los candados se auto reparaban a si mismos de cada golpe que les había propiciado, comencé a golpearlos otea vez con el hacha intentando en vano cortarlos pero estos re regeneraban una y otra vez haciéndose mas gruesos cada vez, no podía hacer nada, estaba agobiado observando algo a lo que no podía combatir, me detuve y el hacha comenzó a hacerse mas pesada y solo la deje caer a un lado, luego me derrumbe sobre mi mismo cayendo pesadamente sobre mis rodillas, a los pies de aquella puerta con esos cinco malditos candados, estaba perplejo, conmocionado, rozando el borde de la locura ante la imagen de esos candados en la puerta frente a mi, el mensaje era claro: yo no saldría de ahí.

    Bajo la vista y observo mis manos: están sangrando le di con tanta fuerza a los candados que mis manos se hirieron, la piel se abrió y comencé a sentir el dolor. Aun me dolía la cabeza. Me levante para ir al baño a intentar curarme. En la sala tropecé con una silla, la maldije y solo la deje ahí tirada sin darle más importancia. Luego abrí la puerta del baño, entre y cerré la puerta, aunque vivía solo siempre tuve esa costumbre. comencé a buscar vendas en las gavetas, mi cabeza me estaba matando, abro la llave del lavamanos y me dispongo a asearme, en ese momento levanto la vista y veo el espejo frente a mi; algo no esta bien, mi rostro, me veo muy demacrado y casi cadavérico, yo no soy así ¿la condensación en el espejo no me deja ver bien?, acerco mi mano y lo limpio, pero ¡¡Mi Mano!!, tiemblo al ver mi mano pues puedo ver los huesos y tendones en su interior, y yo pensaba que era una simple cortada, con horror veo mi rostro en el espejo, no se como describir lo que ví, este dolor de cabeza no es solo una jaqueca, es un hoyo en mi cráneo, mi cerebro esta expuesto, ahora lo recuerdo, recuerdo por que me duele la cabeza, puse un arma en mi boca y dispare, la bala salio por la parte superior de mi cabeza, pero ¿no morí? ¿Como? Ese olor otra vez, el olor a muerte me invade otra vez, no, yo debería estar muerto, el ambiente alrededor mío comienza a cambiar, las paredes comienzan a transformarse en una masa de carne podrida y viscosa y se puede sentir como lentamente comienzan a palpitar rítmicamente como un corazón acelerado. Me veo a mi mismo y observo como la piel de todo el cuerpo se contrae y se abre, es en extremo doloroso, la sangre se coagula casi al instante y mis músculos comienzan a podrirse; la carne se me cae a pedazos dejando ver mis costillas y mi abdomen se abre dejando escapar mis vísceras, nunca creí decir esto pero mis intestinos se salían de mi y tenia que sostenerlos con lo que aun me quedaban de manos para que no cayeran al piso, mi cuerpo se estaba descomponiendo y es un dolor inimaginable.

    Volví a ver el espejo nuevamente pero ahí ya no se reflejaba mi imagen, sino más bien, se veía una escena como en un canal de televisión, pero lo que ahí se reflejaba era una imagen de mi cuarto, y ahí estaba yo, acostado en la cama antes de haberme disparado en la cabeza. Di un paso hacia atrás y me topé a la pared, mejor dicho, me pegué a la pared pues los fluidos de mi cuerpo descarnado se pegaron de una asquerosa manera a los viscosos fluidos de la pared tras de mi, ahora convertida en una masa de carne podrida y palpitante. Pero no solo me había pegado a la pared, sino que sentía como esta me halaba mas y mas y no podía escapar hasta que me absorbió totalmente y me encontré dentro de esta palpitante pared, me sentía asfixiado, rodeado de una materia viscosa y oscura, esa sustancia se metía en mi boca y nariz y por todas las partes de mi cuerpo ahogándome sin llegar a morir. comencé a luchar para salir de ahí, luego de mucho esfuerzo logré sacar una mano, era mi esperanza de salir de ahí, comencé a luchar nuevamente, ahora con mas ahínco para poder liberarme y poco a poco pude ir escapando de la pared hasta que caí al suelo, bañado en esa sustancia negra y viscosa, pero extrañamente ya no me encontraba en el cuarto de baño sino en la sala de mi casa, de alguna manera me había desplazado dentro de la pared hasta llegar a la sala de estar, no sabia como, pero la verdad en ese momento esa no era mis prioridades, lo único que quería era que esa pesadilla acabara.

    En el momento que caí al suelo desde la pared, levante la cabeza y pude ver a una persona que estaba ahí, quise levantarme pero un ojo se me cayó, me lo reacomode e intente acercarme a esa persona para pedirle ayuda pero mis cuerdas vocales estaban tan dañadas que de mi garganta solo salían unos espantosos gemidos, me asuste al escucharme a mi mismo, luego de esto pude ponerme de pie y con mis dos ojos bien puestos en sus respectivos lugares, pude ver a la persona que estaba parada frente a mi, y para mi asombro, era yo, ¿como era posible eso?, en cualquier otra circunstancia no lo hubiera creído pero ahora lo comprendía bien, ese era yo varios momentos antes cuando tuve esa mala experiencia que creía había sido un sueño, aunque no era nada en comparación a lo que estaba pasando ahora. Debía prevenirme de no suicidarme y lo intente, me acerque a aquel que era yo para advertirle o advertirme de lo que estaba sucediendo, pero una vez mas cuando abrí la boca solo salio ese macabro gemido de mi, y él se asustó, retrocedió y tropezó con una silla que estaba tirada en medio de la sala, se golpeo la cabeza contra el piso y quedo inconsciente ¡¡esa maldita silla!! Intente reanimarlo pero fue en vano así que lo levante y lo llevé a la cama justo a tiempo pues al momento de bajarlo un brazo se me desprendió.

    Lo observe detenidamente por un momento, y ví su cabeza, estaba abierta, definitivamente no era por la caída, ya se había disparado, estaba muerto, recuerdo eso, recuerdo que lo primero que hice al despertarme fue dispararme en la cabeza, lo estaba viendo otra vez, no llegue a tiempo para advertirme de no hacerlo.

    Un poco mas calmado, lleno de enojo y resignación por lo que me estaba sucediendo, recogí mi brazo y salí de ahí, me dirigí hacia la puerta y con sorpresa ví como los candados se abrían, las pesadas cadenas que sellaban la puerta cayeron al suelo, quería abandonar todo eso y dejarlo atrás, al fin podría liberarme, y entonces, lentamente con la única mano funcional que me quedaba abrí la puerta y la atravesé pero no era lo que yo esperaba, en realidad no estaba saliendo de mi apartamento, sino, entrando nuevamente, con la única diferencia que ahí todo se veía normal, la entrada a uno era la salida a otro era como estar al otro lado del espejo, donde la puerta marcaba la diferencia, cuando atravesé la puerta por completo mi mano se quedó adherida a ésta desde el hombro y se cerro tras de mi. Uno a uno comenzaron a aparecer los cinco candados que la sellan y mi mano que estaba ahí adherida comenzó a convertirse en un candado mas, son seis, ahora la puerta se sello con seis candados, al ver esto abandone toda esperanza y me deje caer al suelo, ahí tendido comencé a sentir como las pocas partes que aun colgaban en mi cuerpo se desprendían de mi y se fusionaban con el piso hasta que este se convertía en carne, y esa mancha de carne se fue agrandando poco a poco hasta alcanzar las paredes y el cielo falso, luego, cuando mi corazón se desprendió y cayo al piso, el lugar completo cobró vida, y las paredes poco a poco comenzaron a palpitar. Mi apartamento se había convertido en un lugar lúgubre, con el aire denso y viciado como la guarida de algún repugnante demonio. Mi apartamento cobro vida, pus yo le brindé la mía.

    Despierto un poco desorientado en mi habitación pues un hedor a putrefacción interrumpió mi sueño, me duele la cabeza, pero algo ha cambiado…


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    MensajeTema: HIstorias de Terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:53

    Escaleras abajo


    Eludió a la patrulla fronteriza por sus habilidades atléticas. Ningún policía pudo alcanzarlo, y los perros que le pisaron los talones acabaron echados y con la lengua fuera, babeando en señal de cansancio y de sed. El fugitivo se perdió de vista y enseguida fue descrito a los cuerpos policíacos competentes, que se movilizaron sin tardanza para dar con el indocumentado. Entretanto, Monroy había llegado a una gasolinera; entró en el local para robar comida y se ganó la desconfianza del dependiente, quien al punto lo calificó de mexicano indeseable y, peor aún, sin dinero. No había moros en la costa. El dependiente, al ver que Monroy tomaba emparedados envueltos en plástico y un par de botellas de agua, acarició discretamente la escopeta que ocultaba debajo del mostrador. Monroy se aproximó a la caja con la actitud de quien piensa pagar, pero huyó como un bólido al ver la puerta por el rabo del ojo. Escopeta en mano, el dependiente salió del establecimiento y se sintió horrorizado, pues le pareció que el ladrón se había fundido con el fuerte viento. Se limitó a llamar a la policía para formular la denuncia.
    Monroy escogió una zona boscosa para ubicarse bajo un árbol y comer con voracidad.
    En menos de cinco minutos engulló los emparedados y bebió ambas botellas de agua. Se recostó en el pasto y gozó el frescor del viento. Por entre las copas de los árboles se notaba la transformación del cielo. El tono metálico que adquiría no presagiaba nada bueno. Acaso en menos de una hora se desataría una tormenta. De todos modos, él no podía quedarse ahí. Lo buscaban frenéticamente, y sin duda lo encontrarían si se permitía dormir una siesta. Se levantó con cautela y echó a andar. Durante parte de su trayectoria evocó sus recientes avatares. Nuevamente se arrepintió de haber decidido marchar a Estados Unidos. Quizá, si hubiera tenido un poco de paciencia, habría logrado labrarse un prometedor futuro como corredor de fondo. Pero siempre había destacado por la impetuosidad. De inmediato había aceptado el trato que le propusiera el pollero; sus magros ahorros acabaron en los bolsillos de ese infeliz, que lo dejó en manos del infernal calor del desierto. Sólo un atleta podría haber resistido las inhóspitas condiciones de aquellas tierras yermas, que parecían carecer de fin y donde nada ofrecía sombra. Pero Monroy prevaleció porque sabía correr; salvó a paso gimnástico una distancia tremenda, y al fin se vio a un paso de la tierra de la libertad. Cruzó el muro sin pensarlo dos veces y desde entonces huyó.
    Comenzó a llover. Monroy había avanzado unos diez kilómetros. El bosque se había espesado y pronto caería la noche. Más valía encontrar un refugio, no fuera a ser que alguna fiera saltara sobre él en cuanto se impusieran las sombras. ¿Dónde pernoctaría? No tuvo tiempo de pensar tranquilamente al respecto, pues salió disparado al escuchar un ruido que le pareció un ladrido. Asumió que los policías y sus malditos perros lo habían seguido hasta el bosque. No bien corrió una distancia de más de cien metros, se detuvo y aguzó la vista sobre una puerta desvencijada, aparentemente practicada al pie de un cerro. Se aproximó y giró un pomo oxidado. La puerta cedió. Entró en un espacio renegrido que olía a putrefacción. La tormenta arreció y un rayo golpeó un árbol cercano, partiéndolo por la mitad. Monroy se ocultó tras la puerta justo a tiempo, pues el tronco caído se había abalanzado sobre él.
    El silencio y las tinieblas que había en el refugio inspiraban horror. Monroy pensó seriamente en salir y afrontar a sus posibles perseguidores, pero la idea de que lo atraparan lo disuadió de actualizar su plan. No dudaba que quienes dieran con él, molestos por haber sido ridiculizados por un mexicano, lo abatirían gustosamente a tiros. Así que resopló y se dispuso a pernoctar en aquella especie de búnker. A tientas localizó un muro; pegó la espalda contra él y luego se sentó en el piso, que sintió húmedo. Supuso que el agua se había filtrado por debajo de la puerta. Empezó a invadirlo un sopor creciente; cabeceó, en vano trató de mantener los ojos abiertos. Se había cansado demasiado en pocas horas. Debía dormir. Empezó a acomodarse de medio lado cuando sintió un desnivel. No pudo evitar la caída.
    Mientras, dando tumbos, rodaba escaleras abajo, se desconectó de la realidad.
    Estaba de medio lado, en posición casi fetal. Sentía los músculos entumecidos y la garganta seca. Por lo demás, tenía los huesos íntegros. Se incorporó al ritmo de gemidos y se sorprendió al notar que ahora había luz. No pudo localizar su fuente, pero se conformó con que le permitiera distinguir la escalera por donde había caído.
    Era enorme, de piedra, con peldaños anchos y balaustrada decorada con extrañas figuras. Monroy tragó saliva. Le parecía imposible haber sobrevivido tras golpearse el cuerpo entero contra tanta roca. Se puso en pie, dispuesto a ascender la escalera y regresar al punto desde el que se había precipitado. Suponía que su desmayo había durado horas; tanto si ya hubiera escampado como si no, se arriesgaría a volver al bosque, con la esperanza de que no lo estuviera esperando una cuadrilla de furiosos policías.
    En cuanto pisó el primer peldaño, advirtió un resplandor blanco en la cima de la escalera. Fue como si alguien se aproximara con una linterna. Monroy se sintió perdido, pero fue incapaz de ponerse a buscar una salida alterna. Tan sólo pudo retroceder tres pasos y mantenerse a la expectativa. Se llenó de horror al ver bajar, a velocidad impresionante y sin tocar los peldaños, una figura antropomorfa, ataviada con una suerte de casulla negra; no se le notaba la cara, sino tan sólo un par de ojos de los que partía una intensa luz blanca. Su mano indistinguible sostenía un cirio encendido. Llegó al pie de la escalera y enfrentó a un Monroy aterrorizado y pálido, convencido de que, lejos de haber despertado, seguía sin sentido y sufriendo una pesadilla particularmente horripilante. Vio que otras figuras flotantes se sumaban a la primera, descendiendo sin hacer ruido por la enorme escalera. Una veintena rodeó a Monroy.
    —Pray! —exclamaron al unísono, con voces cavernosas.
    Monroy sufrió un colapso. Se ovilló en el suelo, cerró fuertemente los ojos y se echó a llorar, esperando que aquella pesadilla terminara pronto. Entretanto, los visitantes repitieron la consigna sin cansarse, y quizá sin saber que no era entendida por el espantado oyente.
    El clamor cesó de golpe. Monroy suspiró y se atrevió a abrir los ojos. Al parecer, había vuelto a quedarse solo. Creyó a pie juntillas que acababa de liberarse de la pesadilla más atroz que había tenido en su vida. Se puso en pie de un salto, decidido a salir de aquel sitio malsano y a enfrentarse hasta la muerte con sus perseguidores. Vio ante sí la inmensa escalera, que aún estaba iluminada por una luz de incierta procedencia. Empezó a subir ágilmente, recordando que para llegar a la puerta del búnker sólo tendría que dar unos cuantos pasos. Dejó atrás la escalera y, cuando atravesaba una porción de profunda negrura, sintió que una mano áspera lo aferraba por la garganta.
    Un sabueso incansable, empapado, acezando y guiando a un policía gordinflón a punto de desmayarse de puro cansancio, dejó de olfatear y empezó a ladrar cuando se detuvo frente a una puerta desvencijada. El gordinflón llamó por radio a sus camaradas, y en menos de diez minutos se apostó un pelotón de fusilamiento a las afueras del sitio descubierto. Nadie sabía que en esa parte del bosque hubiera un refugio. Se llamó al fugitivo por altavoz. No hubo respuesta, de ahí que se decidiera entrar y sacar a rastras al escurridizo indocumentado. El hedor que recibió a los agentes amenazó con anularlos, pero pudieron aguantar y, linternas y rifles en mano, cruzaron en diagonal un vestíbulo lleno de trebejos que recordaban la era de las diligencias, y desembocaron en una larga escalera de piedra.
    Corrieron escaleras abajo y lo que iluminaron los forzó a detenerse y horrorizarse.
    Habían encontrado el cadáver de Monroy, sin cuero cabelludo y destripado. Ocupaba la cima de una veintena de esqueletos apilados. Investigaciones posteriores revelaron que el destino de una partida de misioneros, desaparecida dos siglos atrás, por fin se había descubierto.

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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:54

    No Tengas Miedo

    Sé que pronto vendrán. Puedo escuchar sus pasos afuera.
    Escribo en este diario donde escribió mi amigo, no sé para qué, tal vez para alejar
    el miedo que siento, tal vez para que alguien más sepa lo que pasó, para evitar que
    alguien vuelva a repetir lo que ocurrió en esta casa.
    Les dije a mis amigos que la idea era mala, pero no me escucharon.
    Hacía mucho frío, y estaba asustado. En verdad nunca había pasado peor noche. Sabía
    que ese día acabaría todo.
    En realidad, más bien era un día común y corriente. Lo que no era común y corriente,
    era lo que mis amigos y yo íbamos a hacer: Resucitar a un muerto.
    Era una situación desesperada, porque sólo él podría decirnos donde estaba la
    piedra. Y no era una piedra normal. No valía nada tampoco, pero era lo único que
    nos podría salvar.
    La piedra la habíamos encontrado hacía muy poco, en el bosque, al parecer era una
    piedra corriente, pero nuestro amigo, al que queríamos revivir, le llamó la
    atención.
    Y la buscábamos por un motivo muy sencillo, solo la piedra podría salvarnos de lo
    que estaba por venir.
    Lo descubrimos en el diario de nuestro difunto amigo. No sabíamos de qué murió, pero
    lo supimos tan pronto como leímos su diario.
    De su diario, también sacamos la fórmula para revivirlo.

    Juvencio (el nombre de mi amigo) había recogido la piedra en el bosque sin decirnos
    nada, Pero lo que nosotros no sabíamos, es que nuestro amigo podía hacer muchas cosas
    con esa piedra.
    No sabíamos que Juvencio era un consumado necromante. Ni que había usado la piedra
    para contener la energía de los muertos. Pero lo supimos todo al leer su diario.
    Y para desgracia de él, y de paso también nuestra, los muertos no querían que se
    manipulara su energía por mucho tiempo, ni siquiera por poco.
    Así que ellos se vengaron de Juvencio, pero querían su energía de regreso, y sólo
    podíamos hacerlo, si destruíamos la piedra.

    Hacer el ritual para revivir a Juvencio no fue fácil, pero finalmente logramos
    revivirlo, y más importante aún, logramos hacer que nos dijera lo que necesitábamos
    saber, reveló la ubicación de la piedra.
    Había algo con que no contábamos, que Juvencio, también estaba muerto, y que a los
    muertos no les gusta dar problemas, así que en cuanto dimos por terminado el
    conjuro, saltó sobre el cuello del pobre Luis.
    Tuvimos que luchar muy duro para detener al cadáver de Juvencio, pero finalmente lo
    conseguimos y terminamos el conjuro para que pudiera descansar.
    Así que tomamos el diario de Juvencio y uno de mis amigos lo llevó consigo y dijo
    que él usaría el diario y la piedra para terminar con lo que Juvencio había
    terminado. Las instrucciones eran claras, solo tenían que destruir la piedra.

    - ¿Para qué quieres el diario? – Le pregunté.
    - Pues, solo por si algo pasa.
    Los demás fueron con él para apoyarlo, no entendí en qué, pero yo me quedé a
    levantar el sitio donde habíamos hecho el conjuro.
    Para mis amigos, todo terminó ese día, y después supe por qué. Quisieron usar la
    piedra para su propio beneficio.
    Sólo quedaba yo para detener la cadena de asesinatos y tenía dos opciones, ser la
    última víctima o enfrentar a los muertos que Juvencio había liberado. Ninguna de las
    opciones me parecía atractiva, pero era mejor enfrentarlos que quedarme con los
    brazos cruzados esperando que me mataran.
    Fue por eso que vine aquí, por el diario.
    No me fue difícil encontrarlo, aquí entre los cadáveres despedazados de mis amigos.
    El diario estaba intacto para mi fortuna y comencé a leerlo.
    Hablaba de cómo Juvencio había comenzado a jugar con cosas sencillas, como la ouija
    y todas esas cosas. Pero también contaba, como un día se perdió en un bosque y llegó
    a un cementerio. En el cementerio había visto una tumba abierta y fue allí donde
    encontró el libro, un libro viejo y mohoso, libro que llevara consigo y según las
    instrucciones del mismo, hizo una copia por su propia mano.
    Aprendió muchas cosas del libro, un libro donde las fórmulas realmente eran
    efectivas, y Juvencio estaba maravillado después de haber probado todo tipo de
    patrañas.
    Incluso había una fórmula que permitía hacer que un muerto te revelara aquello que
    quisieras saber.
    Fue así como me enteré de todos los daños que Juvencio había causado a otros. Como
    había usado la energía de los muertos en si propio beneficio y en detrimento de los
    demás.
    También supe que los muertos intentaban cobrarse venganza por el daño que él había
    hecho.
    Por fortuna para mí, en el diario también decía como resolver el problema.
    Después de leer el diario, comencé a buscar la piedra y no me fue difícil, ya que la
    habían dejado dentro del círculo mágico. Como ya dije, era una piedra común y
    corriente.
    Ya sólo faltaba destruirla. Había llevado conmigo el martillo sospechando que mis
    amigos no la hubieran destruido, así que simplemente coloqué la piedra en el suelo y
    la rompí.
    Nada extraordinario ocurrió, y decidí que era tiempo de limpiar el lugar y olvidarme
    de una vez por todas de la masacre que había ocurrido allí.
    Pero algo llamó mi atención, un ruido en el exterior de la casa.
    No, no era en el exterior, era en el pasillo…
    Mi descuido hizo que olvidara seguir leyendo el diario, y no me percaté de qué
    pasaba cuando la piedra era destruida, estaba tan desesperado cuando supimos que
    Juvencio había muerto, que en cuanto vimos en el diario como detener a los muertos,
    simplemente cerramos el diario y no reparamos en lo que vendría después de que la
    piedra fuera destruida.
    Así que volví a ver el diario.
    El mensaje era claro. Una vez rota la piedra y la energía de los muertos liberada,
    ellos vuelven al sitio donde está la piedra, vuelven a buscar su energía perdida.
    “No tengas miedo” decía el diario “No tengas miedo porque no te harán nada. Si les
    temes, se darán cuenta y pensarán que les debes algo” “No tengas miedo”.

    Ahora sé que pronto vendrán. Puedo escuchar sus pasos afuera.
    No sé si pueda salir bien librado, sé muy bien que no les he hecho nada, y aunque el
    diario dice que no les tema, no sé como resultarán las cosas una vez que la puerta
    haya sido abierta y ellos hayan entrado…
    No tengas miedo. La puerta se mueve, estoy temblando…

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    Última edición por Amidala Padme el Dom 05 Jul 2015, 17:29, editado 1 vez
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    MensajeTema: Historias de Terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:55

    [color=cyan]Diario de Un Loco

    Era una noche especial, habiamos quedado unos amigos a la luz de la luna llena para contarnos historias de miedo, el lugar era lo que mas miedo daba, el cementerio del pueblo.
    Mi hermano y yo llegamos un rato antes para prepararlo todo, velas rojas, toallas por el suelo y un libro de brujeria.

    Todos llegaron al poco de terminar con los preparativos, en total eramos 6 personas. Nos sentamos encima de una tumba y comezaron las historias.

    Amanda era una niña pequeña que desaparecio una noche de verano tras estar en casa de una amiga, de camino a su casa algo sucedio y nunca mas se supo de ella. Cada año se aparecia por los pueblos de alrededor picando en las puertas de los vecinos pidiendo cobijo, nadie la aceptaba dado que estaba sucia y era muy pequeña. Esta que llego a una casa donde la mujer que alli vivia la dejo entrar, la lavo y la dejo dormir en la cama con ella. A la mañana siguiente tras despertarse no encontro a la niña, pero si una nota que decia: Gracias por tu amabilidad al darme cobijo en esta noche, me e despertado pronto para llevarme al infierno las almas de los que no lo hicieron, un saludo.


    Nadie dijo nada, unicamente nos miramos unos a otros pensando donde se encontraba el miedo en esa historia. Seguia mi turno:
    La chica de la curva.
    Esta historia es bien conocida, un accidente de coche, una chica arrepentida, y apariciones en noches de luna llena. Era una noche cerrada unicamente iluminada por la timida luz de la luna y los faros del coche, Jorge conducia su coche con un sueño increible, entonces la vio, una chica vestida de blanco haciendo autoestop en una curva, penso que le haria compañia y asi no se dormiria, con lo cual decidio llevarla, tras un rato de conversacion llegaron a una curva donde la chica insistio en reducir la velocidad, dado que alli se habia matado ella. Sorprendido Jorge miro a su lado y no hayo a nadie, lo unico, una salida en la curva que ya se apodaba, De la muerte.


    Tras esta historia, tres de mis amigos decirieron irse por lo tarde que era, con lo cual nos quedamos mi hermano, un amigo y yo. Al irse empezamos a escuchar ruidos de tumbas cercanas, pero dejandolo por una broma de mal gusto de nuestros amigos seguimos con lo nuestro, hasta que un ruido muy fuerte y cercano nos asusto a los tres. Entonces decidimos husmear un poco por el cementerio para ver si habia alguien, nos dividimos y decidimos volver a los 5 minutos al mismo lugar para ver si habia alguien. Tras ese lapso de tiempo solo yo volvi. Decidi esperar un poco mas pero el var que no regresaban sali de alli, demasiado suspense para mi cuerpo. Al llegar a la entrada del cementerio, alli estaban, ambos suspendidos en lo alto de la puerta del cementerio, No estaban sujetos a nada, unicamente en el aire, todo manchado de sangre estaba mi hermano con la mandubula desencajada, y mi amigo con el rostro desfigurado por el miedo. En ese momento fue cuando lo vi, un fantasma, estaba sobre ellos haciendoles atrocidades indescriptibles, mi amargura fue en aumento, mi voz se quebro y solo me quede tendido en el suelo tiritando.
    Al despertar la mañana siguiente estaba en la comisaria, manchado con la sangre de mi hermano y mi amigo, me achacaban las muertes de ambos, que fueron encontrados a mi lado muertos, Yo les conte la historia mil y una vez. Han pasado mas de 30 años y aun nadie me cree, lo unico que hago es darle vueltas a esa terrible noche, aun sigo esperando a que vuelva ese maldito fantasma para que me lleve con ellos o me diga el porque.

    EcR0N


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    MensajeTema: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitimeJue 02 Mayo 2013, 23:56

    El Campo de Juegos


    Emily era una hermosa niña de 14 años,ella estaba ansiosa por que le faltaban dos dias para su cumpleaños. Una noche caminaba por la calle fria y oscura, estaba sola y paso por un campo de juegos abandonados, se detuvo por que oyo los columpios rechinar, a ella le encantaban los columpios asi que se metio por unos arbustos de rosas que hicieron que se arañara y desangrara las piernas, para poder llegar a ellos, de todas maneras Emily siguio adelante y allí los vió, se subio a uno de ellos y empezo a columpiarse, llevaba una rosa colgando en las piernas pero volviéndose roja de la sangre que podía mezclarse con ella. Entonces la agarro y sintió enormemente pedir un deseo:

    desearia ser inmortal...dijo.

    En ese momento soplo un aire frio y de repente Emily vio fantasmas de niños en todo el campo de juegos, algo la golpeo por detras y le cortó la lengua del impacto con su boca, llena de sangre, como pudo trato de gritar pero no podia y en medio de risas y burlas de los fantasmas, la joven empezo a llorar sangre a los pocos segundo le dió un paro cardiaco, y murio.

    Su fantasma se escucha en el columpio donde murió, se puede escuchar el oxidado sonido del columpio balanceando y cuando te sientes atraido por su hermoso y rechinante sonido, cuando haces lo mismo que hizo Emily...se reira de ti y pensaras que quieres ser inmortal....


    EcR0N
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    MensajeTema: Re: Historias de terror de Ecron   Historias  de terror de Ecron Icon_minitime

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