Todo el tiempo escuchamos expresiones como «librado al azar», «producto del azar» y demás referencias a lo randómico, lo que no tiene un futuro cercano totalmente predecible. Definir qué es el azar, qué es lo que llamamos random, lo azaroso, es algo que la ciencia y la filosofía se han esforzado por hacer desde sus orígenes. Y si bien hay una idea bastante acabada y consensuada sobre qué es exactamente el azar, todavía hay algunas cosas que la humanidad no ha podido explicar.
¿Qué es exactamente el azar?
El azar es la contingencia del tiempo futuro. Contingencia significa incertidumbre, inseguridad, duda, algo contingente es algo que no puede ser anticipado. La contingencia del futuro es justamente todo lo que no podemos predecir que sucederá en el tiempo futuro.
Cuando arrojamos un dado, el resultado es contingente, dado que no tenemos forma de predecir qué número saldrá. Podemos, por supuesto, calcular las probabilidades y arriesgarnos a adivinar, pero lo cierto es que no tenemos formas de saberlo realmente.
La matemática, la física, la biología y por supuesto la filosofía se han ocupado de éste tema. Cada una de estas disciplinas se ha aproximado al concepto de azar desde diversos ángulos. Concentrémonos por el momento en el azar de la matemática.
En matemática se llama azarosa a una sucesión numérica que no puede ser continuada con un algoritmo conocido más corto que la serie misma. Es decir, no se puede predecir el número siguiente de una sucesión, sin una ecuación tan larga como todos los números previamente conocidos de la sucesión.
La definición matemática es algo rígida y poco útil para entender el azar en el mundo material no abstracto. Concretamente, el azar es todo aquello que no sigue patrones que podamos reconocer. En este caso, el azar no es otra cosa que nuestra propia ignorancia, ¿no? Si decimos que algo es azaroso, ¿cómo estamos seguros de que en realidad no está siguiendo algún patrón que no podemos reconocer?
Posiblemente si pudiésemos conocer todas y exactamente cada una de las fuerzas físicas que actúan sobre un dado al rodar, podríamos predecir qué número saldrá. Ahora bien, aún si conocemos algunas de ellas, ¿cómo estar seguros de que esas son todas? Con éste criterio todo es azar.
Entonces, ¿todo es azar? Bueno, no. Hay cosas que perfectamente podemos predecir. Por ejemplo, si suelto una taza sobre el piso, con toda seguridad puedo afirmar que se caerá... ¿o no? Bueno, no. Teóricamente podría suceder algo que se desarrolle entre mi mano y el suelo, que impida que la taza caiga, ¿pero hay alguna forma de saberlo? No puedo prever todo lo que podría suceder, pero puedo calcular algunas probabilidades.
Normalmente las probabilidades de que algo impida que la taza caiga serán muy bajas, tan bajas que serán completamente insignificantes. Definitivamente no vale la pena calcularlas, y es mucho más fácil simplemente asumir que caerá.
Entonces, ¿todo es azar o el azar no existe? Ni una cosa ni la otra. Como decíamos, hay cierto consenso sobre qué es el azar, pero hay paradojas que todavía no hemos logrado resolver. Hoy, nuevamente, trajimos a Michael de Vsauce para que nos ayude con este embrollo.