Roan Kol Youngling
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| Tema: Desesperacion Miér 24 Jun 2015, 16:01 | |
| Hoy sucedió algo inesperado, algo que me dejó apavotado, idiotizado, agarrotado. Fue a la salida de la escuela. Se me declaró. Sí, me declaró su amor. Que me amaba desde el primer día de clases, me dijo. Me pidió que fuera su novio. Me miraba con unos ojos tan azules y tan tiernos…..que me dio escalofríos. Intento buscar mi boca para besarme, pero instintivamente me aparté. Y luego, también instintivamente, corrí. Tenía que correr. Correr y no detenerme. Tiré mis útiles nuevos, voló al diablo la mochila y corrí. Sin alma y sin sangre, corrí. Corría como caballo desbocado cuando ve una serpiente. Bocinazos. Insultos de los peatones y de los taxistas. Silbatazos de los agentes de tránsito que trataban de perseguirme. Debía apurarme, porque me seguía, o mejor dicho, me seguían. Salté vallas sin garrochas, volé sobre los montones de ladrillos apilados como si fuera un gimnasta sobre un toro, me colgué de las anillas de la vecina que estaba tendiendo la ropa y todo se lo volteé. Más insultos. Disparos al aire. A pesar de haber cruzado media ciudad corriendo, estaba cerca. Demasiado cerca. Del julepe mayúsculo que tenía, trepé paredes, como haría un escalador profesional, de esos que solo usan sus manos y sus pies. El corazón se me salía del pecho. El aire helado congelaba mis pulmones. Cada gota de sudor mío se convertía en copito de nieve cuando dejaba mi piel. Y después se convirtieron en perlitas de granizo. Debía seguir. Ya no entraba más aire en mis congelados pulmones, pero debía seguir. De pronto sentí un cachiporrazo volador fracturando por enésima vez mis pobres y astilladas costillas. Era mi tío Rubén, el “poli-doc” como le dicen, que me bajó de un hondazo de la pared de la vecina a la que le tiré al barro toda su ropa recién lavada. Cuando caí, como bolsa de papas en el asfalto húmedo y frío, me agarró de la ropa (chau el uniforme de la escuela) y me habló en rubenés, un idioma idiglósico propio en el que no usa más malas palabras porque no existen, y recién al final de su rosario de insultos paternales me pregunto qué m……. me pasaba. Sentí que ya se acercaba. Así que le pedí a mi tío Rubén que me arrestara, que me esposara, que me llevara a la seccional, pero que por lo más sagrado que exista en el mundo (su arma plateada) no me dejara allí, solo, en la plaza con…….él. Rigel | |
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