Autor: DPA Fecha: 2015-04-09
Entrar en la cueva de Altamira es hacer un viaje en el tiempo de miles de años. Es alzar los ojos y contener la respiración al admirar la llamada "Capilla Sixtina del arte rupestre", una bóveda de piedra salpicada de bisontes, ciervos, caballos y figuras de tonos rojizos y negros que conectan al espectador con el origen del ser humano.
Tras 12 años cerrada al público y uno abierta solo a visitas muy limitadas, el Patronato que gestiona la caverna más famosa de España, situada en el norte del país y declarada Patrimonio de la Humanidad desde hace 30 años, decidió hace unos días dejar la puerta entreabierta al deleite del visitante, no sin polémica.
Al igual que en el último año, cinco personas podrán acceder cada semana a partir de este viernes 10 de abril a la denominada "gran sala" de la cueva, la que alberga las famosas pinturas polícromas conocidas en todo el mundo. Será, como hasta ahora, por escrupuloso sorteo y por un tiempo máximo de 37 minutos. Altamira se convierte en la única cueva decorada de esa importancia abierta al turismo en Europa.
La iniciativa arrancó hace un año como un experimento. El objetivo de los científicos era estudiar durante 12 meses los efectos de las visitas de pequeños grupos sobre las pinturas y grabados que se conservan allí desde hace más de 13,000 años.
"Los resultados nos permiten ver y pensar que una presencia humana limitada y controlada es compatible con la conservación de la cueva", explica Alfonso Muñoz, director del Instituto de Patrimonio Cultural de España y coordinador de la comisión de seguimiento del plan de conservación preventiva de la cueva puesto en marcha desde el Ministerio de Cultura.
Un grupo de científicos, sin embargo, había advertido de los riesgos que la apertura de la cueva podrían entrañar para el monumento prehistórico, con procesos de deterioro solo visibles al cabo de muchos años. El departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid envió a la Unesco una carta que fue respaldada por el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que agrupa a casi 70 investigadores.
"No podemos ver el patrimonio solo a corto plazo, sino que hay que hacerlo con una dimensión de futuro. Obviamente, nosotros no vamos a llegar a ver ese posible gran deterioro en la cueva, pero tenemos que tener la suficiente sensibilidad para intentar que ésta siga siendo un referente mundial para las generaciones del futuro", explica Alfredo Jimeno, uno de los firmantes de la misiva.
Según sostiene el profesor de Prehistoria, "existen estudios que apuntan a una alteración de Altamira cuando no se regulan las visitas", que incide en sus características ambientales, determinantes para la conservación de las pinturas y grabados.
El debate está servido: ¿debe prevalecer la conservación sobre la difusión de Altamira o viceversa?
"Desde nuestro punto de vista debe primar siempre la conservación, pero no siempre hay que oponer conservación a difusión, sino que ambas cosas pueden ser compatibles", señala Muñoz, quien compara los bisontes de Altamira con algunos de los lienzos más importantes de la historia del arte español.
"Igual que ocurre con cualquiera de las obras expuestas en el Museo del Prado (Madrid), una vez asegurada la conservación, podemos dejar que la sociedad disfrute de Altamira", explica.
Altamira es una de las joyas del arte paleolítico a nivel mundial. Considerada por algunos la máxima representación del espíritu creador del hombre, el escultor inglés Henry Moore la calificó en 1934 como la "Real Academia del Arte Rupestre", seis décadas después de ser descubierta casualmente por un cazador, en 1868.
Desde entonces, ha inspirado a artistas como Joan Miró, Antonio Tàpies o Miquel Barceló, quien llegó a escribir: "Cuando visité por primera vez Altamira pensé: ha sido como volver al origen, que es el sitio más fértil".
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Aprovechando las protrusiones de las paredes de la cueva, los famosos bisontes de Altamira y el resto de iconos polícromos que se pueden observar en ella fueron pintados o grabados durante los milenios en los que estuvo habitada, entre hace 35,000 y 13,000 años.
Altamira fue el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico superior. Es sólo comparable en importancia a las cavernas de Lascaux y Chauvet, situadas en el sur de Francia y cerradas al público.
"Cada cueva tiene su problemática. Son casos comparables pero no idénticos. Hay cuevas que pueden estar abiertas y son visitables sin muchos problemas, siempre con un control, y otras que es mejor que estén cerradas", dice Muñoz.
Según el responsable del Instituto de Patrimonio Cultural, la mayor amenaza para las pinturas de Altamira "no es tanto la presencia humana como algunos procesos naturales que tienen lugar en la cueva", como las filtraciones de agua.
"Se trata de un proceso natural que está en marcha desde hace miles de años y que, antes del descubrimiento moderno de la cueva, podría haber eliminado una parte de las pinturas", explica. Los investigadores analizarán hasta qué punto puede contenerse o retardar, si bien saben que eliminarlo de forma total será difícil.
Los miembros del Patronato de Altamira, creado en 1940, dicen que permitir la entrada a cinco visitantes a la semana se corresponde con "una parte muy pequeña" de la capacidad de acogida de la cueva.
Uno de los argumentos esgrimidos por los contrarios a la apertura apunta a la réplica que se levantó en 2001 junto a la cueva original para difundir el conocimiento y el arte que encierra Altamira, que incluye un museo y centro de investigación.
"Es un elemento muy valioso y tiene un papel fundamental en la divulgación de Altamira, pero igual que una copia o una fotografía de alta precisión de una obra del Museo del Prado no es lo mismo que contemplar el original, tampoco lo es esta réplica", defiende Muñoz.
"¿Qué sentido tiene hacer una reproducción si dejamos entrar a la gente en la cueva?", se pregunta el profesor Jimeno, para quien la réplica es una alternativa para conocer el legado de la cueva y "una buena forma de cubrir la visita turística" sin arriesgar su conservación.
Cada año, miles de personas llegan a este rincón mágico situado a escasos kilómetros de Santillana del Mar, una bonita villa de calles empedradas por las que pasean a diario turistas. Solo en el año 1973, 174,000 personas visitaron la cueva original de Altamira. El reclamo era enorme en unos años marcados por el "boom" del turismo en España y puso en peligro las condiciones ambientales de la cueva.
Fue necesario poner obstáculos. la cueva se cerró al público en 1977 y no volvió a abrirse hasta 1982, con un régimen de visitas limitado. En los 90, era necesario esperar más de un año para poder adentrarse en la espectacular "gran sala".
"La decisión tomada ahora es independiente de cualquier consideración relacionada con el turismo. Ha primado absolutamente la conservación de la cueva y el concepto de que el patrimonio debe ser accesible a la sociedad", señala Muñoz.
Hace 13,000 años, un desprendimiento taponó el acceso a la cueva y sepultó parte del yacimiento arqueológico de la entrada. Ahora, de momento, la puerta vuelve a quedar entreabierta.
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